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Lecciones de vida aprendidas viajando

No te preocupes, no nos vamos a poner en plan hippy y dejarte con esa sensación de «bien por ti, tío». Pero si cada día se aprende algo nuevo, viajar es como hacer un grado, un máster y un doctorado al mismo tiempo. Como viajeros que no paran, hemos aprendido un montón de cosas y hoy vamos a compartir esas lecciones de vida contigo.

1. La gente es buena

La amabilidad que hemos experimentado en nuestros viajes ha sido alucinante en muchas ocasiones, y a menudo pasan cosas que hacen que tengamos que parpadear varias veces para comprobar que no estamos soñando. Incluso empezamos un «Libro de Buenas Obras», básicamente una libreta en la que apuntábamos todas las increíbles muestras de generosidad por parte de perfectos desconocidos.

Por ejemplo, podemos mencionar al chaval que nos recogió cuando vagábamos por las calles de Beijing, tratando de averiguar cómo llegar a la Gran Muralla china después de que un taxista intentara timarnos. O una chica brasileña que conocimos en un albergue de Uruguay que nos invitó a quedarnos en su casa en Florianópolis y nos enseñó la ciudad. Un día estábamos haciendo la compra en Uruguay y el dueño de la tienda nos regaló un bolsa de comida porque estaba emocionado por poder practicar inglés con nosotros durante los pocos minutos que pasamos en la caja.

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Hemos tenido la suerte (toquemos madera) de que nunca nos pasara nada malo. No somos tan inocentes como para pensar que todo es de color de rosa mientras viajas o que no hay malos por ahí sueltos, pero la inmensa mayoría de las personas son buenas.

2. El mundo es enorme

Como casi todos los viajeros novatos, cuando marchamos por primera vez cometimos el error de intentar hacer mucho en poco tiempo. Muy pronto nos dimos cuenta de que el mundo es enorme...

Somos conscientes de que puede que parezca obvio, pero viniendo del Reino Unido tendemos a olvidarnos de lo grandes que son la mayoría de los sitios en comparación. Por alguna razón, creíamos que dos semanas serían suficientes para ver Brasil (que básicamente ocupa media Sudamérica), que volar de Colombia a China era una buena idea (no lo es, basta con mirar un mapa) y que viajar satisfaría nuestras mentes inquietas (pero nos ha hecho más inquisitivos).

Nos hemos relajado mucho desde que empezamos a viajar y nos hemos dado cuenta de que es importante elegir cuidadosamente lo que hacemos en lugar de lanzarnos a coleccionar sellos en el pasaporte a lo loco. ¿El resultado? Ahora intentamos viajar lo más lentamente posible. Como el mundo es tan grande, para nosotros es importante tratar de aprender lo máximo posible de un lugar antes de pasar al siguiente y asegurarnos de experimentarlo en lugar de verlo sin más.

3. El mundo es diminuto

Vale, vale, sabemos que acabamos de decir justo lo contrario, pero ya no estamos hablando de forma literal, así que sigue leyendo. Viajar ha hecho que nos demos cuenta de que el mundo es cada vez más pequeño, incluso de un día para otro.

Estemos donde estemos, podemos hablar con nuestra familia y amigos siempre que queramos. Incluso podemos verles la cara cada día gracias a aplicaciones como WhatsApp o Facebook. También sabemos que, si hace falta, podemos estar en prácticamente cualquier lugar del mundo en 24 horas, lo cual da mucha tranquilidad.

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La tecnología ha hecho que el mundo sea más accesible, lo cual significa que podemos ir a donde queramos sin la más mínima preocupación. ¡A nosotros nos parece increíble!

4. No es bueno planificar demasiado

Las mejores noches son siempre las que no se planean, ¿verdad? Esas en las que sales a tomar algo y acabas volviendo a casa de madrugada después de habértelo pasado como nunca. Lo que las hace tan divertidas es el hecho de que no tenías ni idea de lo que te esperaba.

Bien, pues viajar es muy parecido. Aprovechar la espontaneidad que ofrece es una de las cosas más emocionantes de viajar, y la planificación es como kriptonita para la espontaneidad. Está claro que es una parte fundamental de la vida, pero planificar demasiado puede acabar siendo asfixiante.

Nosotros creemos que la clave está en hacerlo lo justo como para no estresarse, pero darse un tiempo para aprovechar las oportunidades que vayan surgiendo. Al principio nos hizo alejarnos mucho de nuestra zona de confort eso de dejarse llevar y ver cómo salían las cosas, pero gracias a eso hemos vivido muchísimas aventuras improvisadas.

5. El dinero no lo es todo

Para, para, para, no estamos diciendo que el dinero no sea importante, para nada. Al fin y al cabo, el dinero es lo que mueve el mundo y nos permite viajar por el mundo. Es solo que hemos aprendido que amasar una fortuna no lo es todo en la vida.

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Sin meternos en ese jardín de «hemos conocido mucha gente feliz que no tiene absolutamente nada», podemos afirmar que no existe correlación entre ser rico y la felicidad. La otra cara de la moneda es que sí existe correlación entre no tener nada y ser infeliz, y por desgracia hemos visto pobreza real en nuestros viajes. Dicho de otro modo, ahora apreciamos el dinero y su valor mucho más que antes de empezar a viajar.

¿Qué lecciones de vida os han enseñado los viajes a vosotros?

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